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Virtudes y desafíos de la iniciativa preferente de la industria eléctrica

Virtudes y desafíos de la iniciativa preferente de la industria eléctrica

Lo que está en juego en estos momentos en México es la seguridad energética y la soberanía energética

 

En opinión de Rosío Vargas estás son las líneas de argumentación:

 

El presente artículo tiene por objeto analizar algunos de los principales argumentos en contra de la iniciativa de reforma a la industria eléctrica que el presidente Andrés Manuel López Obrador envió al Legislativo para su análisis. En virtud del peso de los actores contrarios a tal propuesta, analizamos sus principales líneas de argumentación por la importancia de su peso en la balanza de las decisiones públicas, en razón del uso de sus narrativas falaces, carentes de historia, de datos duros e incluso de distorsión deliberada de la propuesta oficial en discusión.

 

El primer argumento: CFE es un Monopolio.

El problema con los monopolios es que el precio de los productos o servicios son más altos de lo que serían si hay competencia. El problema con este argumento es que la competencia perfecta no existe en la realidad ya que es básicamente una herramienta teórica porque lo que existe son estructuras oligopólicas que, en no pocas ocasiones, hacen arreglos para mantener, elevar precios o repartirse el mercado. En nuestro caso, lo que busca la 4T es precisamente no aumentar los precios al establecer que su actualización sólo considerará la tasa inflacionaria.

CFE podría gozar de las ventajas que le permite ser un Monopolio natural por ser un servicio público básico y pertenecer a las denominadas industrias de redes, como ocurre con actividades existentes en otras formas de energía, en telecomunicaciones y presas hidráulicas, entre otros que tienen la exclusividad de la red de transmisión. Duplicar las redes, para permitir la libre competencia,  haría ineficiente a la industria o a empresas al duplicar los servicios al tener que efectuar altas inversiones en infraestructura. Sin embargo debido a las reformas en este sector en México esta aparente ventaja para la CFE, no ocurre.

El uso mediático que se da al término de monopolio, en EUA y otras economías desarrolladas, ha servido para deslegitimar a cualquier empresa o entidad a la que se le coloque dicha etiqueta al convertirlo en un atributo moral cargado de cualidades negativas que no especifican las narrativas. Por ello, se hace necesario acudir a la historia para contextualizar las diferencias de las experiencias del sector  entre naciones.

En México la  industria eléctrica correspondió a una empresa pública, hasta 2013, cuyas características constitucionales, durante décadas, respondieron en su totalidad a una actividad estratégica y de interés público que no era considerada un monopolio por la Constitución Política de México. Posterior a la reforma energética del presidente Peña Nieto, aún quedaron actividades con carácter de estratégicas tales como la planeación, la transmisión y la distribución. Si hubiera un mercado con cientos de empresas eléctricas públicas y privadas como en el caso de EUA, quizá tendría sentido la preponderancia del mercado, pero en México, tenemos sólo una empresa nacional y muchas a su alrededor.

Ve la paja en el ojo ajeno la American Chamber of Commerce (ACHAM) quien acusa a CFE de ser un monopolio a la luz del poder alcanzado por empresas como Google, Microsoft, Facebook, Tweeter y en general el conglomerado de Silicon Valley ahora vinculado a Blackrock y Wallstreet, ejemplos del poder  mediático-financiero que apunta a convertirse en herramienta del pentágono para intervenir en otros países. Entidades que a la luz de su poder económico son cada vez más intocables y cuyo proceder está muy lejos de una genuina competencia de mercado. Si en una potencia como EUA resultaría difícil limitar el poder de estas corporaciones, en un país en vías de desarrollo se antoja casi imposible. Lo curioso es que nadie les coloca la etiqueta de monopolios, cuando realmente lo son, y en cambio  se les denomina “gigantes” tecnológicos” que más parece un atributo para legitimarlas.

 

El segundo argumento: “es volver al pasado”

Quién acusa de volver al pasado estatista, por el contenido de la iniciativa, adolece de errores de percepción, y de conocimiento al asemejar lo moderno con progreso, por el hecho de ser novedoso. Cabe la posibilidad de que algunas cosas fueran mejor antes y que otras lo sean ahora con la Reforma Energética de Peña Nieto. Sin embargo, el simple hecho de que algo sea antiguo o moderno no lo hace mejor o peor. Ni todo lo antiguo es un retroceso ni todo lo moderno es un progreso. Todo depende de sus propias características y en todo caso es un asunto de perspectiva.

 

El tercer argumento: “el gobierno mexicano es pro-fósil”.

Otra distorsión está en el señalamiento de que México va por las energías sucias, (así llaman a los combustibles fósiles). El discurso aquí también se ha convertido en una cuestión moral de los hidrocarburos a los cuales hoy en día se culpa del cambio climático y se le coloca próximo a valores y cualidades negativas, cuando, en los hechos, es su uso en el contexto de un modelo capitalista el verdadero culpable.

En realidad el petróleo sigue siendo un energético con un alto retorno energético (EROI) y las naciones desarrolladas, incluidos Japón y EUA, no renuncian a estos. Sus intereses estratégicos están donde existe un potencial de reservas probadas de hidrocarburos, tales como el Medio Oriente, Venezuela, el Ártico y el Mar del Sur de China. Su preferencia por las energías renovables y lo verde es sólo una parte (no la más importante) en el diseño de sus estrategias energéticas futuras, mayoritariamente basadas en el petróleo y sobre todo, en el gas natural.

Si acusan al gobierno de la 4t de ser pro-fósil, deberían analizar el ejemplo japonés que ya se olvidó de los acuerdos de París y está construyendo 22 centrales eléctricas de carbón para poder resolver su demanda futura de electricidad.

En realidad la base de la propuesta del gobierno mexicano parte de una energía limpia, históricamente utilizada por la CFE, como ocurre con la energía hidráulica de las presas. La otra tecnología que es importante en el uso de tecnologías por parte de la CFE es el gas natural, utilizada para los ciclos combinados. Aquí lo que cambiaría no es la tecnología sino la propiedad de los energéticos en el ordenamiento del despacho eléctrico. Los cambios son importantes ahora, pero serán más aún en la medida en que vaya tomando forma la transición energética en donde la CFE será protagonista en el diseño de la matriz energética futura, ya en diseño. Por ello resulta prioritario este reordenamiento.

 

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El cuarto argumento: “sólo el “libre mercado” baja los precios”.

Otra deliberada distorsión sobre la que habría que comentar es el argumento de los opositores de que con esta iniciativa presidencial, con carácter de preferente, van a subir los precios lo que afectará a los consumidores. En realidad desde sus primeras iniciativas el presidente López Obrador habló de seguridad y soberanía energética.

Dentro de los objetivos de la seguridad energética está no permitir que las tarifas vayan más allá de la tasa inflacionaria. Es entonces la promesa de no hacer subir los precios de los combustibles el leit motive de esta propuesta. No está por demás recordar que tras la implementación de la reforma energética los precios subían a diario alcanzando aumentos del 25%, en vaivenes y subidas que parecían incontrolables.

Sólo para ejemplificar lo que puede ocurrir en un mercado eléctrico hace algunos días que España sufrió la peor nevada en 50 años (-10C°), el precio de la energía aumentó en un 27% dejando a muchos (en la Cañadita), sin la posibilidad de poder acceder al servicio eléctrico. España es por cierto, ejemplo de calamidades de este tipo que se pueden ilustrar con historias recientes. Acudo a este caso porque entre las inconformes con la iniciativa de AMLO hay empresas españolas haciendo patria en México. Para las corporaciones privadas los precios altos son el mejor signo de bonanza pues su interés son las ganancias, no así el interés público y nacional. Que no nos confundan con sus bajos costos de generación y su interés en la competencia para bajar las tarifas.

La acusación de ser pro-fósil a México por parte de la ACHAM, los centros de pensamiento y los intelectuales orgánicos: Ignoran la participación actual y futura de los hidrocarburos en la oferta total de EUA; Ignoran que la mayor parte de los combustibles líquidos que se van a producir al 2050, siguen siendo gasolinas en escenarios en donde la participación de los autos eléctricos será, en el conjunto de la producción automotriz, sólo una porción marginal del total. Pretender que cómo General Motors va por los autos eléctricos todos lo harán adolece de insuficiencia de datos, porque aún hay limitantes técnicas en las redes de electricidad que no se han podido resolver para convertir al parque mundial de transporte a eléctrico. Los cambios van pero los caminos y metas se diseñan acordes a la seguridad energética y las prioridades de política de cada país.

 

Conclusiones:

Entonces lo que está en juego en estos momentos en México es la seguridad energética y la soberanía energética. La primera porque uno de los elementos constitutivos fundamentales de la seguridad energética es la confiabilidad, que prácticamente se garantiza en el sector eléctrico de cada país. La preeminencia en el despacho de las fuentes intermitentes en un contexto de menor demanda y de redes de transmisión insuficientes reduce la confiabilidad en el sistema y eleva los costos de la CFE por el respaldo, que antes no era tan importante, que debe proporcionar a estos tipos de energías, las tarifas preferenciales y los servicios conexos de que gozan las intermitentes. El deterioro en la confiabilidad en un sistema eléctrico integrado pone en riesgo el suministro por lo que la situación se convierte en un problema de seguridad nacional. No hay nada extraño en que los riesgos de seguridad energética equivalgan a un problema de seguridad nacional; la falta de reservas de hidrocarburos en España ha llevado a colocar su seguridad energética entre las prioridades de su seguridad nacional, al igual que lo hizo EUA cuando su dependencia de las importaciones de hidrocarburos toco un pico con una dependencia del 60% de las importaciones foráneas. Cada país tiene la obligación de resolver sus problemas de seguridad energética/nacional pues nadie va a venir a hacerlo por nosotros, esta sería la condición de autoayuda (self help) a que refiere el “Realismo” en relaciones internacionales. Es también soberanía energética.

 

 

*Doctora en Ingeniería energética. Investigadora en el CISAN/UNAM.

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